Notre vie contemplative
«Que el desierto y la sequedad se alegren, regocíjese la estepa y florezca como una flor; estalle en flor y regocíjese hasta lanzar gritos de júbilo”
Mirad que vuestro Dios viene, El vendrá y os salvará.
La tierra seca se trocará en estanque, y el país árido en manantial de aguas.» (Isaias 35)
Prolongamos en la Iglesia la actitud orante de Jesús vuelto hacia el Padre por la adoración y la alabanza, la acción de gracias y la intercesión (Const 162)
Como hermanas contemplativas de la Sagrada Familia, fuimos fundadas en 1859, por Pedro Bienvenido Noailles, nuestro Fundador. l Último brote del árbol de la Sagrada Familia somos el complemento indispensable de su obra.
Participamos en la Misión Común de la Familia imitando la vida de Jesús, María y José en la casa de Nazareth : vida escondida en solo Dios en el silencio y la soledad, vida de amor en la obediencia y la gratuidad.
Nuestras comunidades están presentes en tres continentes: América Latina, Asia, Europa. Reunen hermanas de diversas culturas y nacionalidades.
« Nuestra dicha no está fuera de nosotras, sino en nosotras por el reinado de solo Dios » (P.B.Noailles)
Juntas buscamos, humildemente, amorosamente, con valentía Dios y su Reino.
Nazareth es la humilde escuela donde se nos revela la sencillez y belleza de la vida cotidiana
«En el realismo de la vida comunitaria se construye la comunión entre nosotras»
Vivir la comunión es servir juntas a Dios y a nuestros hermanos y hermanas, dejar que nuestro corazón se evangelice en contacto con la Palabra y con los demás. para vivir el perdón, la misericordia y la esperanza.
A través de la vida diaria, juntas asumimos nuestras diferencias par dar un rostro a la comunión.
Cada día estamos juntas en la capilla, en el trabajo, en el recreo, en el comedor…La vida comunitaria es una escuela de paciencia, entrega, olvido de sí, atención a los demás…Nos conduce a la verdad de nuestra relación con los demás y con el totalmente Otro: con Dios.
« La Palabra de Dios es una semilla : para que produzca fruto, ha de meditarse en el silencio».
La Oración ocupa un lugar privilegiado en nuestra vida personal y comunitaria. Es el principio organizador de la jornada. Penetra todo lo que forma parte de nuestra vida cotidiana.
La oración, la liturgia de las horas, la lectio divina, la adoración eucarística son sólo la parte visible de esta realidad interior que es la oración contemplativa cuya cima es la celebración de la Eucaristía.
«Orad frecuentemente, orad sin cesar, es decir, haced de vuestro trabajo una oración continua» (P.B. Noailles)
Siguiendo el ejemplo de Jesús, María y José , nuestra vida contemplativa, se define también por el trabajo que jamás entra en concurrencia con la oración.
Nuestro trabajo, por el esfuerzo y las exigencia que tiene, es lugar de solidaridad humana. Estamos atentas para que el trabajo no se convierta en activismo, ni en búsqueda de eficacia o de rendimiento económico.
El trabajo es indispensable para conservar el equilibrio de nuestra vida. Nuestras fuerzas se rehacen tanto por el trabajo como por el reposo, el alimento, y el recreo.
«Cada monasterio es casa de Dios en donde permanecemos cerca de la Fuente »
Las comunidades acogen con sencillez y discreción a los que buscan al Señor en el silencio y la soledad. Esta acogida es gracia para cada una de ellas. En todo lugar y en cada cultura nuestras comunidades intentan ser signo de fe y sacramento de unidad.